viernes, 10 de diciembre de 2010

Trampolín en este circo que es Medellín

Si ve un rostro pintado de alegría, una sonrisa andante con overol corto verde encendido, cubriéndole el pecho un amarillo sol como el que no hace hoy y de pañuelo rojo pasión que le aprieta el cuello y le sostiene el camisón,  no lo dude, es Trampolín el payaso de profesión, de tradición y corazón. Y si no lo ve, tampoco lo dude mucho, tiene problemas de visión.



Tiene cara rosada y la nariz de color rojo, arrugas que le hacen la vida difícil al maquillaje con el que suele descrestar.  Sombrero negro que ha perdido textura con el polvo y el sudor y zapatos que no son de payaso sino de vendedor, de rebuscador de vida con el sueldo puesto en dulces multicolor.

Y si que sabe combinar colores, quién lo diría de un payaso: las medias le combinan con el amarillo del camisón y la piel trigueña con sus ojos cafés profundos con los que refleja la emoción. Es un vacilador natural además de ser payaso, papá y pobre en estatus, pero digno y honrado en su profesión.

Son casi las tres de la tarde, los algodones de azúcar blancos al parecer se quieren derretir así que alisto mi paraguas no sea que vaya a tener problemas con las hormigas después. Camino por el Ferrocarril de Antioquia y observo la gente pasar, veo dos señoras con la caja de dientes a punto de caer al piso y me pregunto qué les pasará.

Es un payaso que les hace morisquetas desde lejos y las hace reír desaforadamente, me río también. En el circo de Medellín veo muchos magos que desaparecen cosas al instante, veo trapecistas subiendo a los buses de la manera más ágil, veo perritos haciendo malabares en las calles para que no los atropellen, ¿pero payasos?, hace rato no los veía en este circo.

Me río viéndolo gestualizar y caminar como payaso y logro alcanzarlo gracias a la lucecita roja esa que indica cuando parar.

-       ¡Uy quién pidió pollo!, me dijo.
-       No, pollo no hay forma - le contesté.

Se rió y pasamos conversando la calle San Juan, mientras cruzábamos alcanzó a contarme que trabajaba vendiendo dulces en los buses y que siempre va disfrazado de payaso, aunque sinceramente a este punto con disfraz o sin disfraz me sigue pareciendo lo mismo, una sonrisa andante.

La cita para la entrevista la acordamos un miércoles de lluvia por las bancas del Edificio Vásquez, él ya le había contado a su familia de la entrevista, se sentía importante y realizado. Pero ese día daban las tres, tres y media y casi las cuatro cuando supe que no iba a llegar y noté también  la importancia del celular, al que no lo podía llamar porque estaba en reparación.

Lo llamé ese mismo día para ver que había pasado y de paso había olvidado de nuevo su nombre.

-       Buenas noches, ¿ahí vive Trampolín el payaso?
-       Sí, ya se lo paso… apá, venga al teléfono.

Contestó un muchacho que a juzgar por la voz y la entonación está en la flor de la juventud y vive en un barrio popular.

-       ¿Me recuerda su nombre?
-       Fernando Díaz
-       Don Fernando ¿Cómo está?, habla con la niña de la entrevista, la que dejó plantada (reí)

Se disculpó, había tenido una cita de improvisto con el secretario de Cultura ahí en La Alpujarra y que no le había dado tiempo, entonces  acordamos una nueva cita para el siguiente viernes de lluvia.

Ahí llegó puntual, era imposible no reconocerlo con ese traje de fiesta que llamaba la atención de todos los lugareños, a su alrededor un paisaje frío y ruidoso; ventas de sánduche y salchichón con limón, pasaban indigentes con su característico olor y pitaban los buses de Floresta-San Juan anunciando la hora de partida.

Como era viernes de lluvia decidimos entrarnos en el Vásquez por el Parque de las Luces y con aroma a sudor añejo proveniente de él, camuflado con olor al café gourmet donde nos situamos, transcurrió la charla muy serenamente.

Don Fernando lleva 40 años como payaso, iniciando en el Norte del Valle donde nació. Su niñez fue un poco solitaria ya que es hijo único y huérfano de mamá desde pequeño lo que lo llevó a  trabajar y, como dice él, “a gaminiar por ahí en la calle desde muy temprano”.

“A mí me gustaban mucho los circos y entonces ahí empecé a interesarme por el personaje del payaso y por ahí a los trece años empecé a pintarme poco a poco  y salir por ahí a animar fiesticas y a salir a la calle y ya me fui convirtiendo verdaderamente en payaso”.


Su vida de payaso



Trampolín es su nombre artístico que significa el recuerdo de alguien que existió y que le gustó mucho, payaso es su apodo en el barrio El Limonar cerca a Itaguí, donde vive, y el alcohol el enemigo de su existencia, una sonrisa perdida en el circo de la vergüenza.

Papá de siete hijos, sí, siete hijos: Julián de 32, Richard de 30, Viviana de 28, Fernando de 20, Dani de 10, Katherine de 9 y Valentina de 8. Los mayores ya trabajan, Fernando el de 20 estudia en la de Universidad de Antioquia y  los otros estudian primaria en la casa. Hijos todos de la misma Gloria, como se llama la esposa de Trampolín.

Aprendió a maquillarse tomando la imagen de otros payasos y al igual que una mujer principiante en este arte fue cogiendo la técnica y el modelo que quería utilizar, para dejarle el resto a la práctica y al tiempo que lo fue acostumbrando a una clase de pintura y a las indicaciones de los payasos expertos que le decían como se hace cada línea, cada detalle y cómo se aplicaba cada color.

Mientras el clima se ponía entre color desierto y Costa Caribe pero sin mar, él me hablaba de su época, de la cual yo no entendía mucho y solo podía asentir con la cabeza para no cortar la emoción con la que contaba la historia de pequeño, cuando iba mucho a los circos a ver al payaso Tribilin, Espaguetti que es de acá de Medellín, Semillita y Cocoliso.

Recuerda mucho a los payasos de Animalandia, uno de los programas de humor más representativos de la televisión colombiana que le llegó al corazón a tanta gente por allá en los años 70 con los payasos Pernito, Tuerquita  y Bebé.  Y aunque la existencia me falló en ese entonces para poder verlo, sentí sabor a recuerdo de infancia cuando Trampolín me dijo: “esos personajes si que han sido figuras de la niñez de uno”

Me alejo disimuladamente, el olor se hace un poco insoportable, así como cuando huele a largas horas de trabajo, a una muy agotadora carrera de atletismo o bien, a sueldo de los que no le dan la talla al Rexona. Le sigo preguntando.

-       Bueno, ¿y usted como se maquilla?
-       Yo uso maquillaje  a base natural, me gusta mucho porque nunca me ha causado nada en la piel a pesar de que me pinto mucho. Yo uso blanco de zinc que es la base, un polvito ahí que venden y lo revuelvo con manteca natural de la que venden pa’ freír, la que es durita y se mezcla con el polvito pa’ que se vaya diluyendo hasta que ya no se ve la manteca y quede una pomada blanca, que se echa en toda la cara.

   Después pa’ el rosao se echa unos puntitos de labial rojo y se revuelve pa’ que quede rosao y luego se le da un toque al rojo más colorido para la nariz y el lápiz negro para delinear, ¡Ah!, y ya para que no brille la cara yo uso maicena o harina de trigo. Me talqueo pa’ que no brille la pintura, porque la pintura brillante es muy fea, me talqueo normal como se talquea una mujer.

(Por como está pintado pongo en duda cómo se “talquea” una mujer)

-       ¿Qué hace aparte de ser payaso?
-       Vea, yo hago muchas cosas porque yo tengo siete hijos, entonces hay que revolar muy feo. Yo aparte de ser payaso soy mago, tengo magia en la casa que armo cuando voy a una presentación, también vendo tortas de pescao que hacemos en la casa por temporadas pa’ vender; mejor dicho vendo lo que haiga que vender.

-       ¿alguna vez le tuvo miedo a los payasos?

-Yo no, muchos niños si le tienen miedo a los payasos pero eso es culpa del payaso muchas veces porque ponen en ridículo a la persona, hay mucho payaso como el trovador que hace reír a costa de la vergüenza de otro espectador, entonces las personas le temen a los payasos por eso.

Creo yo que uno no puede hacer reír a los demás a costa del ridículo de un espectador. Por ejemplo, yo nunca me burlo de la gente, si alguien me chacotea pues yo también le charlo pero yo nunca le pongo sobrenombre a las personas, a los niños, no me burlo porque tengan una discapacidad o porque no sean capaces de pronunciar. Un payaso es un personaje que hace reír o que divierta, no que hace sufrir o hace pasar vergüenza.
Que pase el alcohol…




Ya ni el calor ni el olor que me molestaban hace un rato parecen tener conciencia, la cara baja delata la culpa y el remordimiento de un payaso feliz que se perdió en el anís. Llegamos a ese tema de pura casualidad, se rió melancólicamente cuando le preguntaba hace un rato que si alguna vez le había tocado hacer reír estando triste o con un problema grande. La respuesta la daban sus ojos y  la boca fruncida que esperaba romper el silencio pronto.

“Eso es lo normal de una persona como yo, yo soy alcohólico y el alcohólico tiene un problema mental muy grave,  se deprime, se entristece de todo nos da a nosotros.  Entonces me ha tocado ir a trabajar enguayabado o ir a trabajar con un problema emocional fuerte en muchas ocasiones; no querer trabajar, no querer salir, no querer reírse, no querer estar en medio de la gente”.

Trampolín encontró el alcohol a la par que al circo, a los 13 años empezó a beber y empezaron también los problemas; Para sí mismo y luego para su familia.

“El alcohol ha sido mi enemigo, en la familia mas que todo lo distrae a uno mucho de la responsabilidad, cuando yo he sido una persona que he sido muy insistente en ser responsable, el alcohol me ha desviado de eso y me ha tocado enfrentarme porque no me puedo dejar vencer de él. Ahora que no he vuelto a beber estoy bien con la familia y tengo muchos ánimos de trabajar”.

Pasando la cuerda floja
El calor se ha dispersado a lo largo del lugar, las meseras del café miran cada vez que pueden intrigadas por la situación aparentemente anormal, los vigilantes ya bajaron la guardia y se ríen disimuladamente de Trampolín.  Hasta ahora no había conocido payaso malabarista y mago que atravesara la cuerda floja del alcohol, no conocía payaso que no se burlara de la gente y que no fuera tan cansón, con tanta alegría en su caminar y con tantas responsabilidades que afrontar.

-       Hábleme de aquella experiencia que nunca  podrá olvidar

-       Experiencias muchas, unas buenas y otras malas. Un día me pasó que me emborraché en una fiesta y me tuve que volar.

-       ¿Se emborrachó con el trago de la fiesta?

-        Sí, ja ja ja…

Me río con esa respuesta, pero más que con la respuesta con la cara de culpable tan chistosa que puso tal cual niño regañado con puchero incluido.

-       Yo también soy el presidente de una asociación que se llama CircoArte de San Antonio de Prado y se compone de artistas de circo que vivimos hace muchos años en la ciudad y que trabajamos en malabares, trapecistas, magia, comediantes y todas estas carpitas que se ven en los barrios populares.

El ingreso del payaso no es fijo porque la Alcaldía al circo no le da el apoyo que debería darle como a los teatreros, por ejemplo.

-       Y ¿cuánto cobra por una presentación?

-       Por presentación cobro 200 mil pesos y voy con Fernando, mi hijo, que es mago. Pero eso no es diario es cada dos o tres meses que lo llaman a uno por eso yo no hago solo eso. También trabajo vendiendo cositas.

Ya el bailoteo de sus pies me va anunciando el final, voy alistando la cámara para las fotos de recuerdo y me asomo a la calle donde aún los algodones de azúcar blancos siguen derritiéndose en pequeñas gotas.

-       Venga yo lo invito a un fresquito.
-       No tranquila, es que a mí no me gusta dejarme coger del día.
-       Muchas gracias entonces, cuídese bastante.
-       Con gusto, que le vaya bien.

Y esa fue la última función que vi de Trampolín. Su imagen se fue desvaneciendo en el viento llevándose su sonrisa y ese andar particular de payaso que me hicieron pasar esta tarde agradable.

La risa se encuentra en todo lado, es cuestión de saberla encontrar, no siempre lleva traje de fiesta y nariz color gripa de las más fuertes que pueden dar. La risa esconde males y tristezas embebidas por el alcohol, llevan dolor y hambre y alegría con  sinsabor.

Trampolín pin pin se pintó la nariz y salió a hacer reír a todo el que estuviera triste en las calles de Medellín.

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