jueves, 12 de enero de 2012

El espacio que no pudo llenar


En la sociedad moderna habitan unos seres de teflón. Como las pailas, son de un material prácticamente inerte y flexible, a las que nada se adhiere completamente, todo resbala, lo importante es que la figura no se dañe y se mantenga la forma.
 
Toma una silla de la panadería de la esquina y se sienta tranquila, como si estuviera en casa. En su pelo algunas canas jóvenes le recuerdan el año y el día actual, toma las hojas del periódico que compró esta mañana, las pone sobre la mesa  junto con los restos de pan y café de los clientes anteriores, enciende un cigarrillo y arroja el primer humo con placer.

Las hojas de El Colombiano hacen un esfuerzo por reducirse al tamaño de la mesa, mientras el lapicero comienza a deslizarse sobre los cuadros vacíos, al tiempo que los ojos caminan de lado a lado para leer las pistas.

Esa costumbre extraña de llenar crucigramas que heredó de su padre la llama el oficio de la soledad. Ahí sentada, entre la tinta y el papel, deja caer las palabras  que no se comparten cuando se piensa en silencio.
Paola Hernández de 17 años se fue de su casa hace 4 meses, según ella, porque allá sentía que no podía ser quien es verdaderamente. Ese día salió sin decirle nada a nadie, como si no importara la reacción que iban a tomar sus padres y sus hermanos.

Se sintió bien por no llorar, era algo demasiado cursi que no cabe en su fuerte carácter, el mismo con el que publicó ese día en su perfil de Facebook: ¡Quiero sentir que estoy viva!

Fue en busca de emociones fuertes, una independencia marcada por la posibilidad de sentir. Y así fue como terminó compartiendo apartamento con un joven en quien esperaba encontrar libertad y amor.

Ahora tiene pelo negro brillante y usa maquillaje en ojos y labios, antes había tenido varios looks de estilo emo y rockero pero las clases de modelaje, en las que estuvo algunos meses, hicieron que su ropa holgada se encogiera y tomara la forma de su cuerpo delgado.

A los 3 meses de estar viviendo con él, fue arrestada en el centro de Medellín porque la encontraron sola con un señor herido de puñalada después de ser atracado. Del que esperaba amor había huido y la había dejado sola con el crimen.
-       Cuando la juez le pregunte, diga que usted no sabe nada, que él actuó sólo, le dijo su abogada.
Con esta declaración le dieron casa por cárcel pero a los pocos días se escapó. Aunque por dentro lloraba y sentía que su vida era absurda, decía que era feliz, nadie le podía decir qué hacer con ella. Sin embargo, sigue yendo a citas periódicas con el psicólogo que pagan sus padres para contarle que no es capaz de seguir, cuanto más quiere sentir más se da cuenta que no puede y que poco le importa.

Al crucigrama le faltan dos palabras horizontales para completarse, se rasca la cabeza, lee la pista de nuevo y escribe con firmeza: narciso. La última palabra es de 4 letras, repasa la pista unos minutos mientras termina de fumar otro cigarrillo.

Lee de nuevo y se enfurece consigo misma, no sabe cuál es, así que se levanta de la silla y deja el periódico tirado. El panadero del lugar lo recoge y la lee: absurdidad de la vida, incapacidad para sentir las cosas y los seres y luego en los 4 espacios horizontales escribe: vacío.


No hay comentarios:

Publicar un comentario