jueves, 10 de junio de 2010

Tinterillo Graduado de la vida

Tinterillo, graduado de la vida



Declaraciones de renta, declaraciones de Industria y Comercio y memoriales para juzgados, entre otros trámites, es el oficio con el que se gana la vida Hernán Olarte, un tramitador de sonrisa deslumbrante, que tiene como oficina un espacio al aire libre, ocupado solo por una desajustada silla de madera, un deteriorado y raído escritorio y una vieja máquina de escribir, elementos que desde hace tiempo son parte del decorado de la carrera 52 (Carabobo), detrás del Centro Administrativo La Alpujarra, cerca al edificio de Teleantioquia, en el centro de Medellín.


Cuando llegué, me alegré por no haberme perdido; un amigo me lo había recomendado para hacerle esta entrevista porque, dice él, es muy amable, pero a pesar de sus métodos pedagógicos empleados para explicarme la dirección donde se encontraba mi entrevistado, no me quedó muy claro y me tocó dejarme guiar por la “intuición  femenina”, como le llaman.

Tomé el Metro hasta la estación Alpujarra, como me lo había indicado mi compañero ,de ahí, solo fue pura suerte. Caminé hacia la derecha dos cuadras y subí una hasta el Edificio Nacional, por Teleantioquia; pasé por esa larga cuadra hasta llegar a un puente peatonal, de color verde. Allí, lo encontré, sentado en una silla blanca de madera, ya pelada por el agua y el sol, con  una camisa de cuello y botones azul pastel, que combinaba con su pantalón de gabardina café claro y unos zapatos de cuero negros bien lustrados. Frente a  él, una mesita alta, parecida a un escritorio escolar de los que se usaban antes, con su herramienta de trabajo, la máquina de escribir.


Lo saludé y me presenté como lo haría comúnmente; le hablé del compañero que me lo había recomendado y le dije que si me permitía hacerle algunas preguntas. Detrás de esa cara amable y sonriente se escondía un señor de carácter firme y algo gruñón, que me respondió con un tono grave, “vuelva mañana, hoy estoy de mal humor”, pero no me iba a dar por vencida tan fácilmente, por lo que le pregunté por qué estaba malhumorado y me respondió que lo habían “tumbao” con una plata que le debían.

Le había prestado una “platica” a Agustín, un amigo de hace mucho tiempo, y la estaba necesitando urgente, pero como a veces suele pasar, el deudor no quería pagar y Hernán estaba molesto; sin embargo, aceptó ser entrevistado y todo fluyó de muy buena forma después del breve incidente.

Hernán tiene 67 años y hace 11 está ubicado en éste lugar por disposición de Espacio Público, pero hace 22 años ejerce esta labor informal, después de haber manejado buses de servicio público durante más de 25 y de haber pasado por cargos públicos en bancos y en La Dian, donde trabajó liquidando impuestos. Es viudo, tiene un hijo y una hija, la parejita, como él les dice, pero ninguno de ellos vive con él. “Hicieron rancho aparte y me gusta más vivir solo”, comenta.

Hernán logró trabajar de forma legal como vendedor informal, llevando una solicitud a la Defensoría de Espacio Público, en las Torres de Bomboná (carrera 43 Nº 47 64) y después de ser minuciosamente analizado, respecto de su forma de trabajo y las herramientas que utiliza para el desempeño de su labor, obtuvo su permiso y un carné que lo acredita como tramitador de documentos en la carrera 52, cerca de La Alpujarra. “Ese carne me lo dieron por mi experiencia”, agrega con un toque de “modestia”.

El trabajo informal en la ciudad de Medellín y en Colombia como tal se ha incrementado a lo largo de los últimos años. Economistas y expertos aseguran que cuatro fueron las consecuencias más importantes: una mayor vulnerabilidad al desempleo, un deterioro en la calidad del empleo generado, un proceso de privatización en la estructura del empleo y una interrupción en homogenización de la estructura social.

Trabajar por cuenta propia se ha convertido en el modelo de empleo actual para muchos. “El rebusque”, como algunos le llaman, no es más que la única posibilidad que muchas personas tienen para suplir las necesidades básicas en sus hogares. Víctimas de la violencia, personas que han perdido su empleo por la crisis económica en las empresas o profesionales con escasas oportunidades laborales son en la actualidad quienes dependen de este oficio.

El centro de la ciudad es la cuna de los trabajos informales y los vendedores ambulantes. La manera de ofrecer un producto por medio de gritos siempre me ha cuestionado; de hecho, yendo para donde Hernán, me ofrecieron chicles y cigarrillos desde la otra cuadra; bolsos a diez mil y la promoción “lleve dos por solo dieciséis mil”, en medio de tanto ruido que me dejó aturdida, aunque por fin comprendí parte de la lógica de este método tan particular.

Debido a que la competencia en el sector informal fue creciendo con los años, todos los vendedores y trabajadores informales, (unos más exitosos que otros) aunque con diferentes productos, arrojan al aire el mismo mensaje: “necesito subsistir”.

A Hernán le ha resultado fácil el trabajo, no tiene mucha competencia y tampoco le preocupa que lleguen un día los de Espacio Público y se le lleven su máquina de escribir, porque tiene permiso.

Dice que es un buen trabajo, porque “no me estreso ni tengo que cumplir con un horario fijo y, aunque a veces y aunque esto tiene sus bajones, me da lo suficiente para vivir; lo único maluco es la incomodidad de la calle”, explica.




A esta altura ya hemos hablamos de trámites judiciales que la verdad no entendí muy bien; de Espacio Público, de hobbies, que no tiene muchos y hasta de futbol, que lo practicaba cuando era joven, sobre todo, en el colegio donde realizó el bachillerato, La Salle, del municipio de Bello.

Y mientras seguimos conversado, de pronto, escucho una voz algo gangosa de un señor de edad que grita su nombre desde el parqueadero del frente, es Tino (Agustino), ¿se acuerdan?, el que le debe la plata. Como Hernán no lo escucha, él se acerca y le entrega despectivamente unos cuantos billetes de veinte mil pesos y me dice en un tono picaresco: “no se meta con Hernán que él es muy bravo” y se escabulle rápidamente por los negocios aledaños.

A veces su mirada parece estar algo perdida mientras se le habla y no le gusta decir mucho acerca de su vida personal. Hernán es muy amable a pesar de su carácter y dice que mientras tenga salud seguirá llegando puntual a su sitio de trabajo, desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, para ejercer como tramitador y como luchador de vida.

Fotos Santiago Isaza Fernández

2 comentarios:

  1. Bonita historia, aunque no sé cómo llegué aquí. jajaja

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  2. Qué gran historia. Aquí estudiando para el examen de grado de Derecho...hahah

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