Y usted, ¿Quiere Bonaice?
Él es Castor Echavarría, tiene 62 años y es vendedor de Bonice y “bolsitas” de agua en la Alpujarra, entre los Edificios Carré y Vasquez. Hoy se puso una barba negra por ser Halloween que impide verle con detalle los ojos de coqueto señor. El sonido ambiente es característico de este lugar, mimos que pasan imitando a todo el que va por estas calles con mala cara o con un mal caminar a cambio de unas cuantas monedas de felicidad, venteros de reliquias, fotografías, mango biche y perritos de cuerda que caminan con mucho afán.
El estaba casi en la esquina cuando lo pude divisar, estaba bien puesto en su lugar con la nevera para el producto que posiblemente por el clima no dará mucha ganancia, pero bueno, se ve formal y casi al momento de saludarlo empieza la conversación parecida a la de un encuentro de amigos que no se veían hacía mucho tiempo.
“Vivo en Aranjuez, yo soy casado pero divorciado de mi esposa porque no pude vivir con ella, ella es una señora que molesta mucho que pone mucho problema entonces me tocó abrirme de ella, tengo una niña de 18 y un niño de 15 años y una novia muy bonita por allá en Bello, parecida a usted”.
Castor llega a su puesto de trabajo a eso de las 10 o 10:30 de la mañana y se va a las 5:30 si el clima si el clima no está muy frio, dice que a veces le va bien y otras no tanto: “en el día no deja mucho, muy poquito yo ahora vendo agua para defenderme un poquito, pero la verdad no da pa’ mucho”.
Mientras conversamos le voy tomando fotos, la timidez se le notaba en la sonrisa que bien pensada mostró para quedar bien en cada foto, pero después esa palabra se la llevaron los gritos de los vendedores ambulantes que pasaban vendiendo pelucas y barbas y estuches para el control del televisor o del celular a bajo precio; la vergüenza se esfumó y se convirtió en el modelo que todo fotógrafo anhelaría retratar.
Trabaja con la empresa Bonice donde le dan el uniforme y como dice él, “allá mismo se lo lavan a uno por 500 pesos”, por la manera de explicarme cómo funciona el trabajo supongo que trabaja ahí hace poco tiempo: “ he vendido estos Bonice, lo que me sobre voy y lo llevo a la empresa y ellos liquidan eso, pero no sé exactamente qué porcentaje se llevan lo único que sé es que hay que venderlo a 400 pesos, lo que pasa es que uno lo vende más caro para ganarse los 100 pesitos de más”.
Se me antoja un Bonaice de arequipe así que interrumpo la charla para sacar las monedas de mi bolso, el sigue hablando a pesar de la interrupción.
-Esperate yo lo cierro pa’ que no se salga el hielo. (Hablaba de la nevera donde guarda su producto).
Llegó a hora del adiós ahora Castor sólo esperaba la llamada de la novia que estudia en la universidad de Antioquia. Todavía cree en el amor o por lo menos en el romance, después de atravesar un divorcio que según él lo ha llevado a la quiebra y es una de las razones por las que carga todos los días con la nevera portátil dispuesto a lidiar con el clima que muchas veces le da más preferencia al chocolate caliente que al hielo saborizado.
“Ella está muy joven. Me llama, habla conmigo pero en estos días hemos estado enojados, no sé que le pasaría o qué, pero bueno, espero que ella vuelva y me llame en cualquier momento”.
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