¿Qué es la otra 13? ¿Se lo ha preguntado cada vez que ve en las noticias los hechos violentos por lo que es conocida esta comunidad? ¿Es verdad que el número 13 es de mal agüero? Pues pienso que no.
Y esa fue la razón que me motivó a mí y a mis otros 19 compañeros, a levantarnos muy temprano para cumplir la cita pactada con la Ruta de Vida en dirección hacia la Comuna 13, San Javier.
A las 8 de la mañana partimos con retraso en el bus integrado San Javier - 20 de Julio, sin miedo, pero con ansias de conocer un lugar diferente: la otra cara de la Comuna 13.
El bus nos llevó rumbo a una realidad un poco más serena de lo que se nos muestra a diario en los tabloides con títulos rimbombantes y en la pantalla chica que entretiene e informa. Una realidad alegre pero con rostros todavía sesgados por la violencia que etiqueta toda su existencia, y donde el aire de esperanza puesto en el arte y el emprendimiento, pasa sin pedir permiso sobre las barreras invisibles tejidas en este lugar.
Íbamos reconocibles a larga distancia, con un atuendo naranja brillante que con el contraste del sol aumentaba el calor y las ganas de moverse ágilmente, de recibir aire fresco como el que nos dieron las historias y testimonios que conocimos durante el recorrido.
El camino estuvo lleno efectivamente de Rutas de Vida. Alternativas como la de Kinésica un grupo de jóvenes que desde los medios escritos buscan narrar lo que pasa en su barrio sin amarillismo y con sensibilidad. Muchachos que al ritmo de Bob Marley alzan su canto por la paz y por la “gestión”, como dice Peter, uno de los integrantes de Reggae Roots 13 que, según él, es lo más importante para lograr los proyectos a futuro.
Arte Urbano, un grupo en el que el rap de tres “pelaos” se convierte en toda una posibilidad para dejar las armas y reconocer, en la música la salida del conflicto; su hip hop es como una bolsa de gomitas que los dejará adictos a la vida dulce y sana. Y finalmente la Fundación Alma y Vida, donde la inclusión social de los discapacitados es un trabajo de vocación que se hace con las uñas, con educación y amor por las personas que merecen ser parte de la sociedad.
No fue raro ver las prendas apenas húmedas colgando de las ventanas de las casas, en su gran mayoría de ladrillo. Bajo el sol sofocante que hacía mientras caminábamos, no fue raro ver niños, sin estar al cuidado de sus madres, corriendo por las calles estrechas y perros callejeros que olían el rastro de la comida ausente.
Nos encontramos con vallenato y música decembrina con sabor a barrio, no a comuna. Porque comunas son todas aquellas que componen Medellín; no es solo comuna el símbolo de violencia ni la semblanza de la pobreza, no es lo que es lejano para muchos y amigable para otros.
Pero definitivamente lo más raro de toda rareza, fue que las 20 personas que hicieron esta Ruta de Vida volvieron con otra percepción de lo que es la vida en la Comuna 13.
Conocimos un lugar diferente del que leemos y escuchamos a diario, con temor, aquel que creíamos que olía sólo a plomo y a llanto. Descubrimos la otra cara de la moneda de mil que ya no existe, así como tampoco existe violencia que no tenga una pinta de alegría y de buenos proyectos.
Para los que no conocen la otra 13, que se acerquen a mirarla con detalle, para que en ella encuentren el conjunto de realidades que buscan prosperar en medio del estigma que, por ahora, los mantiene anclados a imaginarios de guerra.
Improvisación Reggae Roots 13 Uploaded by ruta4.scjmedellin
Perfil en Facebook de la Fundación Alma y vida.
Fotografías varias
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