En 15 años la población del Valle de Aburrá aumentará en casi 850 mil personas, lo que la ubicará en el grupo de áreas metropolitanas de tamaño medio en América Latina, según el Plan Director Bio 2030.
Urgen medidas para planificar el crecimiento de la ciudad, que se ha expandido hacia las laderas, zonas de alto riesgo, en donde habitan actualmente 180 mil personas. Autoridades ambientales, academia y gobierno trabajan para que el río sea el eje articulador del desarrollo sostenible.
Hace cinco meses Héctor Ardila y su familia tuvieron que desalojar su casa ubicada en un lugar conocido como La Invasión o El Caguán en el barrio María Cano Carambolas, parte alta de Santo Domingo Savio. El riesgo era inminente, o se iban o un alud de tierra posiblemente acabaría con su casa y con sus vidas.
Mary Luz, su esposa, y sus hijos Juan Carlos, Andrés y Felipe habitaban una casa humilde con paredes de madera, piso entre cemento y tierra, y techo de zinc; en una zona de invasión de alto riesgo donde había otras diez casas.
Allí contaban con escasos servicios públicos y aunque con dificultades, el Metrocable les facilitaba mucho la movilidad. Quince minutos caminando hasta el bus, veinte minutos hasta la estación Santo Domingo del transporte por cable y otros quince para llegar a Acevedo, la estación del Metro. Así era el camino desde la ladera hasta la zona urbana.
Héctor pagaba 35 mil pesos por servicios de luz y teléfono, 4 mil pesos por agua y alcantarillado a la acción comunal del barrio, quienes hacen la gestión del recurso. El agua era tomada de un nacimiento cercano y, según Ardila, algunas veces llegaba sucia y en otras ocasiones no llegaba.
El alcantarillado también era administrado por la acción comunal, que gestionó para canalizar las aguas negras con tubería, porque antes era destapada y las aguas caían en cualquier lugar.
Actualmente viven seis cuadras más abajo en un apartamento alquilado por la Alcaldía, por un valor aproximado de 325 mil pesos. Las condiciones físicas del inmueble son mejores: un apartamento embaldosado, una cocina en materiales resistentes y un patio; pero su futuro es incierto.
Aunque ya no viven en una zona de riesgo, las cuentas se han triplicado. Actualmente pagan a Empresas Públicas de MEdellín (EPM)140 mil pesos por servicios públicos, gasto que equivale a un mes de pasajes para ir a trabajar.
De la casa de madera y techo de zinc ya no queda nada, la Alcaldía asume temporalmente el costo de vivienda de las familias desalojadas, con el compromiso de que las tumben. Desde el punto legal, las familias en igual situación a la de Héctor no pierden nada, pues la mayoría son predios sin escritura, sin embargo, la dinámica económica cambia significativamente.
Las familias esperan el llamado del municipio para ir a donde les asignen porque, como dice Héctor, "qué más vamos a hacer". Con un poco más del salario mínimo, que es lo que suman sus ingresos, viven el día a día esperando el momento de tener un lugar de residencia fijo y fuera de peligros, no sólo de deslizamientos sino también de violencia, de droga y de otros fenómenos sociales en los que se ven envueltos.
Amenaza alta
El caso de Héctor y su familia no es el único otras 180 mil personas viven en zonas de alto riesgo, según el mapa de riesgo de Medellín. El clima tropical del Valle de de Aburrá hace que se presentan lluvias con alta intensidad y por ende la probabilidad de deslizamientos en zonas altas sea mayor.
"Las lluvias son un elemento común de nuestro territorio que, sumado a las condiciones topográficas, con zonas de montaña con fuertes pendientes muy inclinadas, genera un territorio donde se materializan muchas amenazas", afirma Edier Vicente Aristizábal, Ingeniero Geólogo y profesional ambiental de Isagen.
| ||
Como indica Aristizábal, en las últimas décadas, la ocurrencia de emergencias y desastres han afectado un considerable número de personas situadas en zonas de amenaza. Sin embargo, los fenómenos que los han causado se han presentado a lo largo de la historia como parte del proceso natural en el origen y modelación del paisaje.
|
El Sistema de Inventario de Desastres (DesInventar), registra daños o efectos ocasionados por emergencias o desastres, entre estos se encuentra el de Roselón (1927), Media Luna (1954), Santo Domingo Savio (1974), Villatina (1987), La Cruz (2007); las avenidas torrenciales de La Iguaná (1880), La López (1954), La Honda (1996) y El Barro (2005); y los incendios de Valejuelos (2001), Mano de Dios (2002), El Trébol (2005) y Altos de la Virgen (2006).
Problemática de largo aliento
Según el Plan Director Bio 2030, la pérdida de las relaciones de abastecimiento asociada a la construcción de acueductos con captaciones lejanas, convirtió a las fuentes de agua en depósitos de aguas residuales.
Una de las problemáticas asociadas a la antropización (transformación que ejerce el ser humano sobre el medio) es que los suelos se han impermeabilizado, resalta Luis Fernando Carvajal, profesor de la Universidad Nacional, institución que realiza los monitoreos de la cantidad del agua del río Medellín con el programa de RedRio del Área Metropolitana.
"Cuando una cuenca es altamente antropizada, el suelo tiene procesos de impermeabilización que hace que la escorrentía ocurra en un menor tiempo que cuando tenemos unos usos del suelo que son muy naturales como los bosques o los prados", apunta Carvajal.
Un sistema que alerta sobre el clima de Medellín
Como parte de la gestión del riesgo que se realiza en Valle de Aburrá, existe el sistema de alerta temprana (SIATA), que tiene como objetivo principal alertar de manera oportuna a la comunidad sobre la probabilidad de ocurrencia de un evento hidrometeorológico extremo que pueda generar una situación de emergencia.
Comenzó entre un convenio entre el Área Metropolitana y el departamento de Geología de la Universidad EAFIT con el fin de informar a la comunidad sobre los eventos de riesgo debido a las condiciones geológicas e hidrogeológicas del Valle de Aburrá que hacen que se presentan lluvias con una muy alta intensidad.
“A partir del Marco de Acción de Hyogo, se definieron en 2010 las líneas prioritarias para la mitigación del riesgo. Una de esas líneas que se identificó fue construir sistemas de alerta temprana enfocados en la comunidad, que pueda dar información oportuna y precisa”, comenta Edier Aristizábal, coordinador de prevención y atención de desastres del Área Metropolitana entre 2005 y 2010.
Con esto definido se pensó desde el Área Metropolitana en conjunto con la Universidad Nacional, cómo hacer la medición de las lluvias en un ambiente tropical como lo es el Valle de Aburrá.
Las lluvias se miden con un pluviógrafo que dice cuánto está lloviendo en determinado punto. Sin embargo, en el Valle las lluvias son muy localizadas, lo que constituye un problema para el tema de hidrología.
Alta tecnología para medir las lluvias
Dado que las mediciones solas no aportan a la reducción del riesgo, se necesitaban análisis. Para esto se hizo un convenio con EPM e Isagen, quienes gracias al alcance de 100 kilómetros del radar, podían emplear las mediciones para conocer la oferta de agua de los embalses.
De este modo se lograron los recursos necesarios para que el SIATA fuera más que un sistema de alerta temprana para Medellín, uno para todo el Valle de Aburrá y los municipios vecinos.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario