domingo, 1 de septiembre de 2013

En Málaga: como estudiante, extranjera y coleccionista de hojas




Les voy a contar una impresión,  de esas que uno se lleva cuando observa un paisaje magnífico o cuando canta una canción con los ojos cerrados.






Supe que había llegado a una pausa, no porque se detuvo el tiempo. Sino porque lo demás no hacía parte del aquí, la universidad, la ciudad que conozco, la jerga y el acento que hablo, las costumbres, los amigos, la familia.

El mundo se redujo a un lugar anhelado llamado Málaga, una ciudad al sur de España que forma parte de la comunidad autónoma de Andalucía y tiene alrededor de  568.202 habitantes. En este lejano lugar descubrí que el Mediterráneo es casi siempre frío, hasta en verano,  que el castellano no es lo mismo que el andalú, que  las palomas enfrentan una batalla por la supervivencia con las gaviotas a diario. Allí la luna se ve inmensa, el cielo parece estar más bajo y las nubes pasan rápido como si las persiguiera el tiempo.

Supe que viajar como estudiante es más barato para entrar a museos y sitios turísticos y supe también que es doblemente enriquecedor. Es estar en un escenario donde se discute lo cotidiano, donde se pueden establecer diferencias y semejanzas entre sistemas educativos, donde se aprende a apreciar más la educación universitaria y a no subestimar tu nacionalidad, tu país.

La razón para escoger España no fue la crisis económica ni el español como idioma. Fue en parte por la música y también por intuición. Quería irme de intercambio para aprovechar la oportunidad que nos ofrece EAFIT de abrirnos al mundo pero principalmente quería conocer nuevas culturas, ver cómo se desenvuelve mi carrera, Comunicación Social, en otros contextos y también quería hacer una pausa para verme a mí en un escenario diferente y así enfrentarme a mis conocimientos, gustos… miedos.

Donde estudié…



Académicamente esperaba un ambiente de estudio más libertino, me habían contado que la educación española no es la más exigente así que hablando en un sentido general, lo que encontré no me tomó por sorpresa. La educación que noté fue una en la cual la enseñanza está basada principalmente en la memorización y la evaluación. El contexto en el que trascurrió el semestre fue relevante pues se produjeron a nivel nacional dos huelgas por la educación en la que las reformas y los recortes eran la principal queja de los manifestantes.

Una de las cosas más valiosas para mí fue que gracias a una materia que vimos llamada Comunicación Cultural, pude descubrir que la cultura es de las áreas que más me apasiona de mi carrera y quisiera enfocarme en esta  en mi vida profesional.  

La universidad estuvo de puta madre, como se diría en Andalucía. Tienen variedad de actividades para estudiantes que se suman a la gran oferta cultural y de ocio que tiene la Ciudad. Una de las cosas que me pregunté antes de llegar era qué haría en mi tiempo libre, así fue como me enteré que había un coro universitario, lo demás podría contarse en canción.

Yesterday, Here Comes the sun, ambas de los Beattles, Gaudeamus y Sarabanda Académica, fueron algunas de las canciones que interpretamos en el Coro de la UMA. (Espacio para un suspiro). Gracias a ellos nos adentramos un poco más en la vida malagueña, hicimos amistades que se vinieron con nosotras en el avión y están presentes a lo largo de este relato.

Donde me alojé…


Vivir en Málaga es muy barato. Usualmente comparaba los precios de los productos allí y los de Colombia para saber dónde vivir era más barato. Supe que en Colombia el precio de la leche, por ejemplo, está al mismo nivel que el precio del transporte público, en Málaga un litro de leche cuesta 50 céntimos y el autobús cuesta 1,30 Euros. Tuvimos, Jessica mi compañera de intercambio y yo, mucha suerte al podernos quedar con Paula y sus dos hijos: Bryan y Sebas. Hace 11 años salieron de Colombia en busca de una mejor calidad de vida, ellos fueron nuestra familia en todo el sentido de la palabra.

Donde viví…

Finalmente lo que no aprendí también fueron muchas cosas, como por ejemplo a bailar sevillanas o flamenco, el sabor latino no nos permitió ceñirnos a la elegancia de las bailaoras auténticas. Tampoco aprendí a vestirme en invierno, a jugar voleibol en la playa y a no botar las cosas.

En mi diario de viaje guardo en forma de hojas, todas las estaciones por las que pasé. Hojas secas de invierno como cuando era extraña, otras húmedas de primavera cuando daba una segunda mirada y de verano guardo una flor colorida como cuando fui.


Porque ahora soy otra hoja y de nuevo es invierno.

Playa de La Malagueta

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